«Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria…» Hermanos, ¿cuántas veces hemos pasado de largo ante la presencia de Cristo?, ¿cuántas veces nos hemos envuelto en una infinidad de cosas que perdemos de vista lo más importante? Detengámonos un momento y pidamos hoy a Cristo que nos haga conscientes de su presencia real y verdadera. Si mostramos interés por conocerle y compartir la mesa, te prometo que no pasará de largo; pues, muchas de las grandes relaciones con Jesús se construyen en la intimidad de la Eucaristía. Decidamos hoy, como María, elegir la mejor parte.
La meta es clara. Nuestra mirada debe ir al cielo, el reino nos espera. ¿Qué tenemos que hacer para llegar allí? Hermanos, el mundo va a mucha prisa que olvidamos ayudar, ni siquiera evangelizamos. La Palabra de este domingo nos cuestiona y recuerda lo importante del segundo mandamiento: amarás a tu prójimo como a ti mismo. No olvidemos pues, que es el amor lo que nos une a Cristo. Reflexionemos sobre la caridad, sobre la ley implica poner de lo nuestro.
La mies es mucha y los trabajadores pocos. El día de hoy la Iglesia sufre a falta de verdaderos apóstoles y testigos vivos de Cristo. Oremos y actuemos en nombre de aquel que nos ama, para que así su obra se extienda de generación en generación. No dejemos que el mundo pierda su sabor, seamos sal de la tierra. Reconozcamos lo que nos toca y comprometámonos a evangelizar con un buen testimonio proveniente de Jesús, nuestro Señor.
Seguir a Cristo implicará siempre muchos sacrificios en nuestra vida, es por ello que Él también nos cuestiona. Jesús nos invita a pensar en dónde nos encontramos y qué hemos hecho. Nos llama a desapegarnos del mundo dedicando nuestra atención al camino que nos llevará al reino. Dios quiere gente comprometida, ¿qué te impide seguirlo?
¿Cómo profesas quién es Cristo, sin hablar con el Evangelio? Hermanos, nuestro testimonio debe ir más allá de lo que habla nuestra boca, es imprescindible que con nuestros actos testifiquemos aquello en lo que creemos, que testifiquemos a Cristo, real y verdaderamente vivo. Escucha esta reflexión y asume con valentía tu rol de cristiano. Verás que vale la pena ser auténticas copias de Cristo y renunciar a todo por Él.
Dios es amor, y el amor es unidad y fortaleza, rasgos visibles en la Santísima Trinidad, en donde cada persona tiene un rol importante, el Padre crea, el hijo salva, y el Espíritu Santo santifica, pero unidos siempre en un misterio insondable de amor, siendo tres personas diferentes, es un solo Dios, misterio que es imposible comprender. Sumerge tu corazón en este misterio y prepárate para la enseñanza de amor más grande de tu vida.
La obra la inicia Jesús al hablar en nombre del Padre como paráclito y del mismo modo hablar al Padre de parte de nosotros. Jesús ha sido nuestro primer intercesor, quién se ha enfrentado a todo y al día de hoy sostiene que ha vencido al mundo. Solamente necesitamos aquel Espíritu para que así como Él, seamos esos paráclitos para con el mundo entero. Nuestra misión hoy y siempre será hablar del Señor. Imitemos pues a aquellos apóstoles que desde aquel Pentecostés asumieron esta responsabilidad de convertirse en paráclitos.
Cristo ha venido al mundo a restablecer nuestra relación con Dios que fue arrebatada con el pecado, a unirnos al Padre en cuerpo y alma, pero también nos ha dejado la tarea de ser continuadores de su misión. Ahora que Cristo ha ascendido al cielo, es nuestro turno continuar con esta obra salvífica entre nuestros hermanos. ¿Solemos hablar de Cristo? ¿Qué tanto te interesan las cosas de Jesús? Pidamos pues aquel Espíritu que nos anime para ser estos verdaderos testigos que decidirán continuar el ejemplo de Cristo aquí en la tierra.
«Aménse los unos a los otros, como yo los he amado» El amor de Cristo ha ido al extremo. Él ha renunciado y se ha entregado por nosotros. Esto me deja pensando: si así fue su amor, ¿cómo hemos de amar nosotros? La respuesta la encontraremos al contemplar la cruz, al entrar a aquella escuela hecha vida por el único Maestro. Imitemos pues, esta entrega en lo pequeño para lograr entregarnos por completo como Cristo nos ha enseñado. Mostremos que somos verdaderos discípulos y practiquemos este amor que se da por entero.
Aprendamos a escuchar la voz del Pastor