En este taller en directo organizado por Penguin Randomhouse con motivo del lanzamiento de Tengo un nudo en la barriga respondo a las preguntas más frecuentes sobre ansiedad en niñas y niños.
Los recién nacidos vienen a este mundo pequeños, inmaduros y frágiles. Totalmente dependientes de los adultos para sobrevivir. No pueden hablar, andar, o alimentarse por sí mismos, no pueden ni cambiar de postura o sostener el peso de su cabeza… Pero hay algo que saben hacer muy bien: llorar. ¿Porque por qué motivos lloran los bebes? Son muchos los motivos que pueden hacer llorar a un bebé pero, cuando vamos descartando los más obvios, nos vamos agobiando cada vez más, y es cuando nos pueden sugerir que quizá lo que le ocurre son los llamados “cólicos del lactante”.
Todos mentimos a veces, pero lo que hacen estas personas está a otro nivel: mienten sin parar; enlazan unas mentiras con otras convirtiendo su vida en una completa falsedad. Magnifican cosas que han sucedido, inventan otras completamente de cero, deforman la realidad hasta hacerla irreconocible, todo ello, para obtener un beneficio: admiración, reconocimiento o evitar las consecuencias negativas de sus actos. Estas personas generan malestar y situaciones incómodas allá donde pasan, y no es extraño que sus relaciones sociales se resientan conforme se van descubriendo sus engaños. Este patrón de mentiras es habitual entre personas con trastorno límite de personalidad (TLP), narcisistas, etc. Hoy hablamos de los mentirosos compulsivos.
La pereza, de forma aislada, la sentimos todos en ciertos momentos. A todos nos da pereza hacer según qué cosas en según qué momentos. Eso no es un problema. El problema viene cuando no se restringe a unas pocas actividades en unos algunos momentos dados, sino que marca el tono del día a día. La pereza como síntoma puede formar parte de algunos trastornos como la depresión, distimia, algunos tipos de demencia, trastornos como la fibromialgia, etc. Dicho todo esto, al grano. ¿Qué podemos hacer para vencer la pereza?
Las emociones nos acompañan a todos cada día; pueden ser emociones agradables que nos encantaría sentir a todas horas, o emociones desagradables que desearíamos no tener. El caso es que están ahí, y las emociones y su control (o mejor dicho su regulación) forman parte de la mayoría de los procesos terapéuticos. ¿Qué son y cómo regular las emociones?
Hay algunas personas que odian ser el centro de atención, también hay otras que no soportan pasar desapercibidos, y la mayoría estamos en algún punto intermedio entre esos dos extremos. No nos gusta pasar totalmente desapercibidos, pero tampoco nos apasiona ser el centro de todo. Pero, por suerte para algunos y desgracia para otros, ¿sabéis qué? Pues que habitualmente la gente no se suele fijar tanto en nosotros como en realidad creemos
Nadie hace con hábitos, ni buenos ni malos. Todos los hábitos son adquiridos o, mejor dicho, desarrollados. Y si hay algo sobre lo que trabajamos con mucha frecuencia los psicólogos son, precisamente los hábitos. De hecho, gran parte de nuestro trabajo pasa por ahí, por ayudar a otras personas a cambiar sus hábitos, abandonar los que no son útiles o constructivos y sustituirlos por otros mejores. Y os digo que no es fácil. Si lo fuera, si pudiéramos cambiarlos con facilidad, nos evitaríamos muchos de los problemas que tenemos. Por un lado tendríamos lo que se conoce como “malos hábitos” que son los que mucha gente se para media vida intentando deshacerse de ellos. La otra cara de la moneda son esos hábitos que la mayoría queremos desarrollar por contribuir en diferentes aspectos a mejorar nuestra salud o nuestra vida: el ejercicio, la alimentación saludable, la lectura, los relacionados con la organización personal, el orden, la limpieza, etc. ¿Cómo abandonar los primeros y desarrollar los segundos?
Algo que tenemos en común la mayoría de profesionales sanitarios es que lo más importante que hacemos es tratar con personas. Llámalos pacientes, clientes, usuarios… da igual. El caso es que trabajamos con personas. Son el destino final de nuestras acciones, nuestro material de trabajo. Y eso, el trabajar con personas, implica una serie de responsabilidades que hay que tener siempre en cuenta.Cuando nos dicen que “Fulanito es un gran ginecólogo” (o pediatra, médico o cirujano) “pero a nivel personal es muy seco, ni si quiera te mira cuando te habla”… ¿es fulanito un buen ginecólogo? No, no lo es. Porque fulanito trabaja con personas y las habilidades de comunicación forman parte de las habilidades básicas que debería tener. Por muchos conocimientos técnicos que tenga, si no es capaz de escuchar y hablar con amabilidad a sus pacientes, resulta que no es un buen profesional. Si no es capaz de mirarte a los ojos cuando habla, de explicar con claridad y de forma que comprendas qué es lo que te sucede, si no es capaz de dar una mala noticia con calidez y empatía... no es un buen profesional.
Todos hemos sentido a veces ansiedad; a veces la notamos en la cabeza, otras, en el pecho; y otras, en el estómago. Y precisamente eso es lo que le pasa a Penny: ¡tiene un nudo en la barriga! Después de Tengo Miedo, ahora volvemos a la carga con Tengo un nudo en la barriga, un cuento sobre la ansiedad infantil. YA en preventa y el 12 de mayo en todas las librerías. Link para la presenta en stories. https://amzn.to/3LxFe6o
Yo no bebo alcohol, tampoco fumo, lo de los juegos de azar ni me va ni me viene, y el resto de drogas, ya ni te cuento… Pero eso sí, a mi el café ¡que no me lo toquen! El del desayuno, el de llegar al trabajo, el de media mañana, el de después de comer, el de media tarde, el de antes de cenar... Y alguno otro que me dejo por el camino. ¿Eso quiere decir que soy adicto a la cafeína? Pues casi, casi… pero no!, no hablamos de adicción en el caso de la cafeína, pero desde luego es una droga con efectos claros en el SNC, que puede producir intoxicación, tolerancia y abstinencia. Hoy vamos a hablar una droga muy especial porque es la más consumida a nivel mundial, la tenemos completamente integrada y aceptada en la mayoría de culturas y la consumen personas de casi todas las edades. La tenemos tan tan asumida que a veces las personas se sorprenden cuando recordamos lo que en realidad todos sabemos: que es una droga.